Tras una interesante excursión por los callejones del puerto de La Valletta a las cinco de la mañana, encontramos el ferry que nos trae de vuelta a Sicilia. Sale con adelanto, por lo que a las ocho estamos en tierra. El día será largo...
Vamos a subsanar en parte el día perdido ocasionado por el cambio de coche, y nos dirigiremos a Agrigento, en la zona costera peor comunicada. Agrigento fue una de las principales colonias griegas de Sicila, aunque hoy aparece en lo alto de las colinas como un despropósito de torres y bloques de viviendas sin ningún encanto.
A unos pocos kilómetros, entre la costa y la ciudad, se extiende el denominado valle de los templos, aunque en realidad es una sucesión de pequeñas colinas repletas de restos de templos y edificaciones griegos. Se encuentran entre los más antiguos conservados fuera de Grecia.
El más significativo, por su grado de conservación, es el de la Concordia (aunque las atribuciones de los templos no parecen muy fiables), así como el de Juno, que sorprende al ser descubierto desde la carretera de acceso a la ciudad.
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