Nos acercamos al gran volcán, que de tanto verlo desde cualquier punto de la costa acaba atrayendo como un imán. Subimos por la cara sur, hasta donde termina la carretera, a unos 2.000 metros de altitud. Diez grados menos que en la costa, unas vistas completas de la misma y un paisaje de conos volcánicos por todas partes.
El camino entre coladas de lava de las erupciones recientes (las erupciones se han repetido cada década en el último siglo) son espectaculares. Aunque un teleférico sube hasta casi los 3.000 metros, creemos que el paisaje en esta zona es suficientemente espectacular y explicativo, así que no subimos más. El humo se aprecia en los conos superiores, a veces mezaclado con alguna nubecilla atrapada y con la escasa nieve que aún permanece.
La bajada hacia Zaferanna Etnea es muy diferente, atravesando un frondoso bosque y un estrato de viñedos al sol. El volcán destructor es también fuente de fertilidad para la gran cantidad de fruta, uvas incluídas con su correspondiente vino.
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